La composición de esta portada es una curiosa variante del esquema clásico de las portadas virreinales religiosas del Cusco. En primer lugar, todo su frente se encuentra en un solo plano, a diferencia de la disposición usual en las portadas cusqueñas, en la cual la calle central sobresale notoriamente respecto de las laterales mediante un ingenioso juego de columnas. En segundo lugar destaca la horizontalidad de la composición, que contrasta con la verticalidad de las portadas religiosas, con lo cual no se aprecia el abigarramiento de los soportes tan acusado como en aquellas. En tercer lugar, el vano de la puerta no ocupa todo el alto del primer cuerpo, lo cual genera una reiteración del esquema de la entrecalle cuzqueño, en el cual dos medias columnas flotantes flanquean una hornacina o ventana ovalada rompiendo la entrecalle central entre los arcos de cornisa. En este caso sobre el vano de ingreso se aprecia primero un par de medias columnas flotantes flanqueando un escudo y sobre esta composición un segundo juego de medias columnas flanqueando una hornacina. Adicionalmente, esta portada presenta un repertorio decorativo más amplio que las portadas religiosas del XVII, conformado básicamente por los adornos con forma de diamante que recorren las traspilastras y rodean a los vanos, y la decoración vegetal que se encuentra presente en varias zonas de la portada.
Los interiores son particularmente interesantes porque demuestran la persistencia de algunas formas arcaizantes,como las bóvedas vaídas de crucería, aún en el siglo XVIII; muy seguramente por influencia de la vecina Iglesia de la Compañía.
Arquitecto: Juan Pablo El Sous
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